El desahogo de la primera dama, Raquel Arbaje

El silencio solemne que envolvía la Basílica de San Pedro se quebró apenas por el murmullo de los presentes, cuando el féretro de papa Francisco fue elevado frente a los ojos del mundo.

En ese instante, la primera dama dominicana, Raquel Arbaje, vivió lo que describió como un momento “íntimo y personal”, que la llevó a compartir una profunda reflexión sobre el dinero, el poder y la verdadera valía humana.

Desde su cuenta de X, Arbaje confesó que, entre el dolor y la solemnidad, comprendió que «el poder y la presencia pública son asuntos pasajeros» y llamó a no dejarse «impresionar» por lo que se ve «por fuera».

Con palabras sencillas pero cargadas de significado, resaltó la enseñanza que deja el Papa: “su sencillez, su humor y su cercanía, fiel reflejo del amor de Jesús a los demás”.

Tras su regreso al país este domingo, junto al presidente Luis Abinader, Arbaje continuó su mensaje directo: «No nos dejemos impresionar por nadie, todos somos valiosos por ser únicos», enfatizando que aunque el dinero puede aportar cierta seguridad, el éxito “es tan personal y no hay que ser famoso para lograrlo”.

Presidente Luis Abinader y primera dama Raquel Arbaje

Al referirse a su experiencia en estos años de vida pública, Arbaje recordó que es natural conocer a varios líderes, incluso saludar al expresidente Donald Trump, pero dejó claro que “todo eso es pasajero”.

Invitó a construir una vida auténtica, con esfuerzo genuino y “la mejor sonrisa aún en tormenta”, recordando que la verdadera riqueza se mide en humanidad y no en títulos ni posesiones.

Con humildad, Arbaje cerró su emotivo mensaje dejando claro que no pretende presentarse como perfecta: “No soy una santa”, escribió, abrazando su humanidad y reiterando su invitación a los dominicanos a vivir con fe, justicia y autenticidad, sin perder la sonrisa en medio de las adversidades.

Desde hoy, tras esta vivencia, la primera dama impulsa a los ciudadanos a mirar más allá de las apariencias, fortaleciendo un mensaje de igualdad y esperanza que, desde Roma hasta República Dominicana, resuena con fuerza.

El cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, se encuentra junto al cuerpo del papa Francisco, colocado en un ataúd abierto durante el rito de la declaración de muerte en la residencia de Santa Marta en el Vaticano, el martes.


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