Asesino de Mónica Spear murió en la cárcel de tuberculosis

Falleció en la cárcel uno de los asesinos confesos de la actriz venezolana Monica Spear Gerardo José Ramírez Conteras alías “El Gato”, autor material en el asesinato de la reconocida actriz y modelo venezolana Mónica Spear y de su esposo Thomas Henry Berry.

Ramírez, coautor del libro “Capítulo Final, el homicidio de la Miss Venezuela 2004 Mónica Spear”, informó que Contreras Álvarez, alias “El Gato”, murió´ el pasado 13 de Julio de este año en la cárcel de El Dorado, estado Bolívar, tras padecer tuberculosis

“El joven estaba condenado a 26 años de prisión por homicidio calificado. En principio había sido recluido en El Rodeo II, luego fue trasladado al penal de Tocuyito (Carabobo), y de ahí al estado Bolivar”, informó el periodista.

“El traslado se debió a su mala conducta en el penal y le aplicaron sanción disciplinaria. Allí presentó un cuadro clínico de afección pulmonar severa. Fue atendido por personal de salud del penal, pero murió al complicarse”, agregó.

El vehículo donde se trasladaba Mónica Spear, Thomas Berry y su hija Maya Berry Spear, fue atacado con unos «miguelitos», púas de metal dispuestas, posteriormente, los sujetos atacaron a tiros al grupo familiar que se encontraba escondido dentro del carro en que viajaban.

A pesar que Contreras habría confesado que las víctimas no pusieron resistencia al robo, Mónica Spear recibió dos balazos mortales, su esposo uno en el pecho y la niña uno en la pierna, luego los asaltantes huyeron.

El homicida, de tan solo 19 años para el momento, relató que aquella noche fue invitado por un compañero de una banda delictiva a «robar en la autopista».

Al llegar al lugar colocaron piedras y miguelitos como obstáculos para obligar a los vehículos que transitaban a detenerse y así poder despojarlos de sus pertenencias.

 

Maiskell Sánchez cedió una crónica que escribió luego de vivir uno de los momentos más escalofriantes de su historia como fotógrafo, y cedió su escrito, a DIARIO LAS AMÉRICAS para su publicación.

“Aparezco como un ser diabólico, despiadado y malvado pero eso no es así, soy un ser humano que sufrí terriblemente y sigo sufriendo…”
Luis Alfredo Garabito (Asesino confeso de 172 niños). Sus ojos de gato miran con detenimiento a las tres personas que lo esperan en la sala. La desconfianza también tiene un lenguaje de señas.

Un traje amarillo encendido, el cabello cortado al rape como los militares novatos a quienes se les corta en señal de disciplina, las manos hacía atrás en formación escolar, y un guardia que lo custodia con un arma larga, agarrada con las dos manos, lista para disparar en caso de ser necesario, complementan el cuadro nunca visto para mi de un asesino.

El salón protocolar está pintado de amarillo claro. La luz entra por siete pequeñas ventanas rectangulares que dejan ver un diminuto jardín. Al fondo, se ve una calle con una reja alta de malla metálica. Tres hombres vestidos de amarillo montan varias cajas en una pick up vinotinto. Hay un autobús –parado en la otra acera de la misma calle- que tiene inscrito “La revolución penitenciaria en marcha”


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